¿A cuánto el pollo entero?
En una pequeña ciudad donde pasé la mayor parte de mi infancia y adolescencia comenzaba un nuevo tipo de negocio hasta ahora desconocido por los locales: Pollo asado.
Simple. Barato. Sabroso.
¿Con qué acompañar una conversación con amigos? Fácil, comprabas unas cuantas cervezas y un pollo asado entero.
Lo ponías en el centro de la mesa y cada quién sacaba un trozo.
Algunas veces, cuando eramos muchos, se compraban adicionalmente unas porciones de patatas fritas. (En mi país le dicen papas fritas)
El local se hizo conocido. Tanto que tuvieron que comprar más asadores verticales a gas para satisfacer la demanda.
Aun así se formaban largas filas.
Con tal éxito, no tardaron en aumentar los precios.
Otros, viendo el éxito de vender algo tan simple como pollo asado, comenzaron a abrir sus propios locales.
Compitieron primero con los precios. Mismo producto, más barato.
El local original tuvo que bajar los precios.
Guerra de precios.
Llegaron a un punto en que no podían bajar más o dejaría de ser rentable.
Añadieron salsas. Nuevos marinados: pollo con orégano, picante, etc.
Preparado a las brasas en lugar de usar gas. Diferentes acompañamientos. Añadir bebidas, etc.
Con cada diferenciación podían subir el precio temporalmente hasta que otro añadía su propia versión a un precio más barato.
Así con el tiempo, el pollo asado se volvió aún más barato y con muchas alternativas de sabores, acompañamientos y formas de preparación.
Hasta que todo el mundo se aburrió de comer pollo asado y entraron las pizzas con un ciclo similar.
Así funciona el mercado. De forma orgánica.
Entra un nuevo personaje
El libre mercado funciona orgánicamente a nivel local o nacional. Por razones obvias, el Estado tiende a ser más rígido, y en un país pequeño como Chile las leyes tienden a ser aplicadas de forma nacional. Por lo que, de controlar los precios, es esperable de que la cobertura sea a nivel nacional.
Ahora, en pleno 2021, a la nueva y flamante alcaldesa de la ciudad se le ocurrió una brillante "nueva" idea: Fijar precios. Como nuestro Congreso no destaca por su inteligencia, creen que esto es una idea muy buena, así que impulsan una ley al respecto.
En realidad la idea no es nueva, se ha intentado implementar desde hace 4000 años, y aún no funciona. Pero esta vez lo hará, porque somos distintos, mejores. Alta soberbia.
Además, la alcaldesa egresó como economista de una importante universidad nacional. Así que, quizás por eso, el Congreso se convenció aún más de que esto va a resultar de las mil maravillas.
Volviendo a los pollos. Esta vez con precio fijo.
Repitamos la historia anterior, donde llega un local con novedosos pollos que giran y giran frente a una pantalla de calor.
Una vez que la moda del pollo asado se instala, aumenta la demanda y solamente un local lo ofrece. Escasez.
Las filas se alargan mucho. Pero nada que hacer, nadie más vende pollo y el mismo local original no puede comprar un nuevo asador, porque con el precio ajustado, no dan las cuentas para invertir en comprar uno en buenas condiciones. Hasta quienes fabrican o importan estos asadores ven con desconfianza importar o fabricar más de lo normal.
Los dispuestos a pagar más para saltarse la fila y comprar "por la puerta de atrás", son pocos y es una movida arriesgada. Le podrían denunciar, funar en redes sociales o incluso quemar el local. Nunca falta el "antisistema" capaz de hacerlo a riesgo de morir quemado por una explosión de gas. Un mártir para la causa, sin duda.
La oferta no podrá satisfacer la demanda y no habrán competidores porque el precio de venta no les resulta atractivo como para entrar al negocio considerando que tienen que pagar patentes, un asador vertical a gas, una freidora, refrigeración, personal, arriendo de local, cuentas fijas, comprar insumos, etc.
Dada la alta demanda de pollo, una alternativa viable para nuevos en el negocio del pollo sería vender en el mercado negro. Así, podrán "competir" sin pagar impuestos, ni regulaciones, ni patentes, etc. Incluso pueden abrir un local de mala muerte sin debidos protocolos sanitarios, total nadie los regulará mientras permanezcan en la ilegalidad. Venderán igual, con un precio mucho más bajo que la competencia "legal"
Mercado negro, pollo insalubre
Con los primeros casos de gente enfermándose por pollos contaminados, no pasa nada y los recursos de fiscalización son limitadísimos. Porque hasta el momento, casi ni eran necesarios.
Pero a ojos de la gobernante lo más grave es que estos locales evaden impuestos.
Para convencer mejor a la gente de que es necesaria "mano dura" contra la ilegalidad es bueno decir que lo importante es la salud del pueblo, creando una "Oficina del pollo asado".
Todos aplauden la gran idea, aún cuando antes de la creación del mercado negro (culpa de la fijación de precios) la regulación y fiscalización anterior era más que suficiente, ya que todos competían ofreciendo un producto mejor y a un precio competitivo.
Para financiar la nueva oficina se necesitará cobrar impuestos, no importa si no comas pollo, lo pagas igual. Incluso en ciudades donde no ha llegado la moda del pollo, o bien son ciudades costeras que prefieren comer otra cosa. Pero cobrar a todos por igual le llaman "solidaridad".
Pero no es suficiente, necesitan más agentes fiscalizadores, personal administrativo, equipos informáticos, cámaras, señalética "no seas pollo, no le compres a ilegales" en cada poste de luz, etc
Como el impuesto general también está destinado a otros temas de gobierno, no da el ancho con el tema del pollo, se deberá crear un "impuesto específico al pollo".
Pero no se preocupe estimado ciudadano. Se le cobrará solamente a la industria del pollo, no al consumidor. Además, será temporal.
Obviamente a la larga el consumidor tendrá que pagarlo igual cada vez que quiera comprar "pollo legal". Haciendo el "pollo legal" todavía más caro que el ilegal. El relato ahora es que con esto se podrán costear los recursos para perseguir a los "pollos ilegales", así que es por el bien de todos, pero "sobre todo" del pollo legal.
Como la vida misma nos ha demostrado una y otra vez, los hechos no sobrepasan al relato. Aún perjudicando cada vez más al "pollo legal", basta con la sufiente retórica para hacer creer lo contrario a la gente.
Armar todo este aparataje burocrático toma tiempo y cuando ya está todo armado, el pollo asado ya no llama la atención del pueblo.
Ahora la gente quiere pizza. Además, muchos locales legales de pollo tuvieron que cerrar o cambiar de rubro porque ya no podían competir contra el mercado negro.
Todo el aparato burocrático que se armó para perseguir el pollo ilegal tendrá que justificar su existencia ahora que nadie más quiere pollo.
Entonces el Estado, famoso por solucionar los mismos problemas que genera, ahora va a subvencionar al "emprendedor del pollo". Así, eso de ser un impuesto "temporal", parece que ya no podrá ser.
Subvenciones
El tema de subvencionar es fácil, pero no es solamente dar un par de billetes para iniciar a quienes quieran vender pollo, también se contratan "mentores de emprendimiento", gente de márketing. Se pagan campañas en la radio y televisión, quizás algún nutricionista que salga en los programas matinales sobre las ventajas del pollo. Contratar influencers por cada red social de moda, pagar espacio en medios digitales, etc.
A estas alturas el impuesto específico al pollo crece, pero todo es por una buena causa.
Las campañas tienen un éxito momentáneo. Se abren nuevos locales de pollo que dependen del programa, cada uno con un par de funcionarios, así que serán nuevos votos a favor que estarán felices de decir en televisión lo agradecidos que están del Estado.
Pasan las semanas y la tendencias se corrigen solas: la mayoría de la gente de verdad prefiere pizza, digan lo que digan del pollo, ya están aburridos de su sabor.
Expandir la oficina
¿Y qué pasará a la "Oficina del pollo asado"? ¿Renombrarla a "Oficina de la pizza"? ¿Y qué pasará cuando la moda sea del sushi, hamburguesa u otra cosa que áun se sabe?.
Para no cometer el mismo error de reaccionar tarde, esta vez abarcarán todas las comidas: lo que implica fiscalizar más y más. Y eso, obviamente, necesita más recursos para abarcar todo.
El impuesto específico al pollo cambia a "tributo a lo comestible", y se aprovecha de subirlo un poco más. "Es por su seguridad".
Ya que estamos inspirados cambiando nombres. Aprovechemos de cambiar el nombre de la "Oficina del pollo asado" a "Oficina del precio justo".
Suena mucho mejor, y saca más aplausos. ¿Cómo vamos en las encuestas?
El futuro se ve prometedor. Contratar más gente para la "Oficina del precio justo" significan más votos para el Estado que "les da trabajo". No importa que sea a costa de los emprendedores, quienes intentan hacer un negocio honesto una y otra vez. Es bueno mantener a la población odiando a los empresarios y hacerles creer que el Estado es el que arregla todo.
Aunque pocos, no faltan los detractores de tanto crecimiento gubernamental para controlar qué come la gente. "Malditos fachos". Habrá que meter nuestras ideas en los más jóvenes, así atacarán a todo el que se le ocurra pensar libremente. Pero eso será otra "oficina del estado" y otra historia paralela a esta. Volvamos a los pollos.
Con este nuevo cambio de nombre, hay que cambiar membretes, timbres, los logos de la entrada del edificio, dominio de internet, y todo un monte burocrático. Pero valió la pena: "Oficina del precio justo", se ve bonito.
La millonada que pagamos al diseñador gráfico sobrino de la secretaria general costó cada centavo. "ODPJ" se vería feo con otros colores.
A estas alturas hay varias lecciones aprendidas, por ejemplo; que jamás deberían matar el mercado negro o tendrán que justificar su sueldo nuevamente. Esto aplica muy bien para cualquier programa estatal que quiera "erradicar" algo: jamás erradicarlo por completo o perderán el empleo. Ya sea drogas, delincuencia, pobreza, obesidad infantil, indigencia, etc
Una buena forma de perpetuar el ciclo vicioso del mercado negro es hacer todo emprendimiento legal mucho más caro, confuso y burocrático. Y si no les gusta es porque son avariciosos cerdos capitalistas, acaparadores y explotadores del pueblo.
Es muy bueno crear un problema y luego vender la solución. Mejor todavía cuando no existe la opción de que la gente no compre esa solución, porque los impuestos son siempre obligatorios, se usen mal o no.
Conclusión
Fijar precios fue buena idea para el Estado a fin de cuentas. Ahora tiene un "legado" y un montón de nuevos empleados que dependen de que todo siga igual. Reelección segura.
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